Do blog do Pedro Almodóvar (sobre viagens e blogues):
MI FILOSOFIA DEL DESPLAZAMIENTO
Cada vez que me levanto para salir de viaje siento una necesidad irresistible de quedarme en casa. Como si cada viaje significara el final de una etapa de mi vida, que el viaje convierte en pérdida irreparable. No importa que la razón del viaje sea placentera y lúdica. Esta sensación, mezcla de fracaso, melancolía y nostalgia anticipada, me acompaña siempre que salgo de viaje.
Camino del aeropuerto de Torrejón voy leyendo El País y Les Inrocks. Y siento una repentina y urgente necesidad de leer todos los libros que aparecen reseñados en el suplemento literario Babelia, (“El asombroso viaje de Pomponio Flato”, de Eduardo Mendoza, “Dios no es bueno” de Christopher Hitchens,... etc.) ver todos los espectáculos que recomienda, comprar todos los discos que me atraen a primera vista en Les Inrocks, escucharlos todos, y seleccionar los que me seducen de inmediato.
Cada vez que voy camino de un aeropuerto creo que estoy abandonando mi propia vida, y que voy a la deriva. Cuando llego al aeropuerto empiezo a tomar las primeras notas, acompañado por la agradable presencia de las Esclavas del Deseo (Bárbara Peiró, mi Intermediaria con el Mundo Exterior, Lola García, Responsable de Asuntos Internos, Esther García, Directora de Producción de El Deseo) mi hermano Agustín, su mujer Casilda y un torbellino llamada Bibiana, que llega arrebatada a causa de su apretadísima agenda monegasca. Además de los múltiples actos oficiales ella tiene su propio programa, sus propios programas, quiero decir, que incluyen “el Programa de Ana Rosa”, alguna revista de moda y algún programa de radio. Por su parte, Boris Izaguirre viene pisándonos los talones, por amistad, implicación emocional y por la exclusiva que ha acordado con el semanario “Hola” para escribir la crónica del evento, a dos palmos de sus protagonistas.
Los Alaska-Vaquerizo verterán sus experiencias en su recién nacido blog, y yo, como Vds. están viendo, hago lo propio con el mío.Le comento a Bibi mi extrañeza ante tal acumulación de cronistas. ¿No nos estamos pasando yendo de Emperadores de la Movida y multiplicándonos a la vez en cronistas exhaustivos de nosotros mismos? ¿No hay algo depredador respecto a sus serenas altezas monegascas, inconscientes de lo que se les viene encima?Tengo la impresión de que estamos saltándonos una etapa en el proceso natural de “vivir para contarlo”.
Me vienen a la memoria los primeros tiempos del periodismo-ficción, cuando Truman Capote formaba parte del equipaje de los Rolling Stones en su gira rusa, allá por los años 70.
Pasando por alto que ninguno de nosotros posee un gramo del talento de Capote, no sé si me parece buena idea que, en un exceso de entusiasmo, nos hayamos convertido en nuestros propios Capotes.
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